En las últimos meses he compartido en diversos foros ideas sobre el futuro, la Inteligencia Artificial y las oportunidades que tenemos los profesionales para replantearnos nuestra relevancia en el mundo que se está construyendo.
En estos foros siempre hay dos tipos de respuestas:
Aquellos a los que nos enamora el futuro y nos genera una ventana para ver con fascinación, sorpresa e incluso algo de temor lo que que ocurre y, por otro lado…
Aquellos a quienes el ceño se frunce y dicen: eso no tiene sentido, eso no va a pasar o eso no tiene qué ver conmigo.
Me intriga mucho el segundo grupo.
¿Por qué resulta incómodo hablar de Inteligencia Artificial?
Porque es anti natural, me dijeron una vez.
Rara respuesta porque lo antinatural nos fascina. Nos encanta que pueda haber luz aún cuando el sol se oculta, que puedas ver a alguien que está del otro lado del mundo o que podamos volar.
Entonces, lo antinatural no es lo que nos molesta.
La IA nos toca el ego humanocentrista, nos toca la creencia de que no somos tan únicos como creíamos y que el genio de la mente humana no es tan especial. Ahí nos duele y mucho.
Hablar de los potenciales de la IA es incómodo cuando toca a la creatividad.
“La IA nunca podrá escribir como Cortázar” leí una vez.
Hoy sabemos que lo hace.
“La IA nunca hará una obra visual que nos estremezca como un Van Gogh”, decían algunos.
Hoy sabemos que, con las indicaciones correctas, lo hace.
Y eso nos incomoda. Nos hace buscar y rebuscar hasta encontrar razones que refuten eso poco que le queda al ego humano para seguir creyendo que somos el centro de toda creación.
Aquí va mi hipótesis: Pensar en que hace no mucho tiempo creíamos que la tierra era el centro del universo es hoy tan absurdo como será dentro de poco voltear a ver estos tiempos y reirnos al recordar que creíamos que la creatividad era una cualidad exclusivamente humana.
La IA nos incomoda porque nos plantea la posibilidad de que no todo nace de nuestra mente, de nuestra alma o de nuestro cuerpo. Aún cuando este debate no es nuevo y Platón ya lo había puesto sobre la mesa al afirmar que ninguna idea era naturalmente humana, sino que solo somos instrumentos para materializar ese “algo” que ya existe en el “mundo de las ideas”.
La pregunta hoy no es solo ¿por qué nos incomoda la IA? sino… ¿qué voy a hacer con esa incomodidad? Si nos incomoda tanto que no queremos ni pensarlo… tal vez le podamos preguntar a ChatGPT qué hacer con eso y él tendrá una idea.
Tal vez.
Diana.
@dianatorres.mx
*Este texto fue publicado originalmente para la revista de Players of Life.