Cuando en mi crisis de medios treintas comencé a preguntarme qué me gusta hacer y si el camino que estaba recorriendo iba por buen rumbo, sentí un gran alivio: iba bien, voy bien. A mi lo que más me gusta es aprender y enseñar, un ciclo perfecto, estimulante y permanentemente creativo.
A mis alumnos les hablo del futuro. Me encanta.
Leen la filosofía de Zygmunt Bauman para comprender por qué todo a su alrededor cambia, porque sienten que el tiempo se les escurre entre las manos.
Leen y discuten a Yuval Noah Harari para comprender al hombre en su origen y en su futuro.
Hacen un ensayo por semana capítulo a capítulo de “Fueras de Serie” de Malcolm Gladwell (mi libro favorito de los últimos años) para aprender qué tienen en común las personas que han marcado nuestros tiempos.
Debaten sobre si los escenarios que plantea Andrés Oppenheimer en “Innovar o morir” son realistas o es ciencia ficción pensar que millones podremos ser reemplazados por robots.
Y aunque disfrutamos (a veces yo más que ellos) de esa discusión del futuro que les permite ver escenarios, entender su papel en el tiempo que les tocó e idear sus nuevas formas de ser parte de ellos, debo confesar que tras 2020 siento que me faltó decirles varias cosas:
Me faltó decirles que esa lectura y su reflexión fuera del plan de estudios no era opcional, no era solo un llamado a la imaginación, sino una alerta de supervivencia.
Me faltó decirles que cuando hablamos de las nuevas tendencias de trabajo remoto que requerirían a profesionales más líquidos, resilientes, creativos y amantes del autoaprendizaje, no solo estábamos leyendo un informe de la OCDE, estábamos hablando de condiciones sin las cuales pasarían a engrosar la generación más preparada y menos remunerada de la historia.
Me faltó decirles que eran esas lecturas, las charlas TED, los podcast y los debates que venían detrás de esos “nuevos formatos de aprendizaje” y no el exámen final lo que realmente les serviría para tomar decisiones y ser valiosos en un mundo que hoy requiere adultos capaces de cuestionar (y de cuestionarse) más que memorizar.
Me faltó decirles que ese mundo nómada donde se requerirán profesionales que sean capaces de crear y sumarse a formas de trabajo sin lugar, sin horario y sin uniforme ya está aquí y que si bien es muy divertido, requiere más disciplina, más autocontrol y más compromiso que nunca.
Me faltó decirles que tal vez son parte de las últimas generaciones que encuentren en la universidad y sus formas actuales la ilusión de tener una mejor vida gracias a esos 5 años, pero que el privilegio de ser universitarios hoy es además un compromiso con quienes no han tenido acceso a esa élite. Este año estoy en pausa universitaria para pensar y crear nuevas formas y espacios para seguir compartiendo. A mis alumnos que vendrán les digo: seguiremos hablando del futuro, pero seguro habrá cosas que no veremos con perspectiva por estar viviendo en él.