Podría liderar el sindicato de perfeccionistas profesionales, así que tengo calidad moral para hablar de este bicho que tiene pinta de muy pro, de que todo le sale bien y nunca se equivoca, pero en realidad siempre está con miedo a que algo salga mal porque nos pueden criticar, rechazar o, ni lo mande Dios, abandonar.
Gestado en lo más profundo del ego, el perfeccionista es un personaje que habita nuestra mente y llega desde muy temprano.
Cuando pintando una flor en el kinder te saliste de la raya y tuviste que volver a empezar o mamá te mandó a vestir de nuevo porque esa chaqueta roja no combinaba con el vestido de princesa y botas de lluvia, aunque a ti te parecía la onda…
¡Bienvenida sea la perfección como moneda que compra aceptación e inclusión!
Con el tiempo, el personaje te libra de muchos problemas:
- No lo lanzo porque aún no está perfecto.
- No lo publico porque le quiero echar otro ojo.
- No pido el aumento porque aún tengo poco tiempo.
Básicamente: mejor evitamos el riesgo de que nos digan que no y nos quedamos como estamos.
El perfeccionista que vive en cada uno tiene mucho talento: es sigiloso y no se hace notar, es persistente y repite sus mantras una y otra vez, sabe mentir sin que se note y se mimetiza muy bien con disfraces de éxito, reconocimiento y aplausos. El muy listo se disfraza de cosas que le gustan al ego, no va a ser tan tonto como para verse feo y lo identifiques.
Si lo ves a detalle, aprendes a verle algunos fallos:
- No es tan efectivo para librarte del juicio ajeno (ni del propio. Hagas lo que hagas, aún cuando hayas pulido el texto 45 veces, siempre habrá alguien a quien le guste y otro a quien no.
- No es cierto que evita la sensación de fracaso, de hecho, cuando está muy, muy apoderado de ti, incluso haciéndolo muy bien, sentirás que no fue suficiente y llegará una dosis de fracaso y auto castigo. ¿Cuántas veces has terminado algo sintiendo que pudo haber sido mejor?
Como todo escudo del ego, tiene una función y está ahí para ayudarnos a llegar a metas y darnos el valor para intentar hacer cosas que sin esa inyección de arrojo sería difícil, sin embargo, no identificarlo le abre la puerta a poderarse y tomarse atribuciones que no le corresponden como:
- Elegir en tu nombre si algo es o no lo suficientemente bueno para ser lanzado.
- Ocultar tus talentos por miedo a ser criticado.
- Rechazar alianzas y relaciones para cuidarte de parecer no suficiente.
Con el perfeccionismo yo he encontrado poco por hacer. Lo único que me ha funcionado es aprender a identificarlo y directamente patearle el trasero.
El perfeccionismo, como sucede con muchos de los enemigos internos, no se muere, solo se transforma o se atraviesa y particularmente el mundo digital hace más duro su proceso: en Instagram parece que todos pueden, menos yo; en Twitter parece que todos tienen algo qué decir, menos yo; en Facebook parece que todos son felices, menos yo… oro molido para el perfeccionista perseguidor.
Aprender a reconocer la forma que adquiere en ti es clave para luego verlo a los ojos y buscar su origen. Hoy, solo toca prender las pantallas al mismo tiempo que las alertas de conciencia: esto que ves aquí NO es real, es una forma que adquiere la realidad que alguien ha determinado, muy seguramente, para su beneficio.
Cuidemos más que nunca a las voces internas de los estímulos externos, Cuidémonos de nosotros y los efectos de otros en nosotros.